Los temores de la Sociedad Norteamericana y el CAFTA

A finales de los años ochenta, resultaba evidente que los Estados Unidos estaban por ganar la Guerra Fría. A pesar de los esfuerzos reformistas de Gorbachev, la Economía soviética no pudo superar su crisis de productividad, y por tanto, su enorme aparato ideológico / militar que le daba sostén al Bloque Socialista, simplemente colapsó.
Sin embargo, en los EEUU, muchos consideraban semejante victoria como inconsecuente, ya que el costo de la misma había reducido a los EEUU a una triste paradoja: Una nación con un ejercito poderoso, pero con una base económica débil.
Fue para entonces que Paul Kennedy publicó su obra sobre las Grandes Potencias como la España de Felipe II, que se preocupó por desarrollar su músculo militar y se olvidó del desarrollo de su economía. Posteriormente, España vivió una decadencia de siglos. Paul Kennedy le recomendaba a los “tomadores de decisiones” en EEUU, que se viesen en el espejo español.
A la advertencia de Paul Kennedy se le añadieron otras voces como James Fallows de la revista Atlantic y Lester Thurow de MIT. Estos argumentaban que la Guerra Fría había llevado a los EEUU a gastos militares excesivos, los que en la década de los ochenta con Ronald Reagan de Presidente habían provocado déficit fiscales sin precedentes. Según estos mismos autores, ante la ausencia de ahorros internos, EEUU acudió a los ahorros externos para cubrir sus déficit fiscales, para lo cual obviamente tuvo que subir sus tasas de interés, con lo cual se fortaleció el Dólar de EEUU vi a vis otras monedas, precisamente en el momento en que su productividad laboral llevaba más de una década estancada y su apertura comercial era mucho más pronunciada que en los años cincuenta, cuando la suma del valor de sus exportaciones e importaciones no superaban el 10,0% del PIB. Todo lo dicho, de acuerdo a esta línea de pensamiento, desembocó en los enormes déficit comerciales que se registraron con Japón y Alemania durante los ochenta, y los cuales persistieron aún después de los Acuerdos del Plaza, cuando el Dólar de EEUU se devaluó en 50,0% entre 1985 y 1987 con relación al Yen y al Marco alemán.
La conclusión de Kennedy, Thurow, Fallows y otros era por lo tanto elemental. La “obsesión” de la Elite norteamericana con la geopolítica había llevado a los EEUU a perder gran parte de su base manufacturera ante la competencia de las importaciones procedentes de Japón y Alemania, las naciones que habían perdido la Segunda Guerra Mundial, y cuyos presupuestos militares durante la Guerra Fría, en una suerte de “castigo”, fueron congelados entre el 1,0 y el 2,0% del PIB.
Para principio de los noventa, las manufacturas representaban en los EEUU el 18,0% de su producto, y sólo generaban el 17,0% de los empleos, en comparación a 35,0% durante los años cincuenta. Este último dato provocaba una gran ansiedad entre los norteamericanos, ya que el enorme peso social de su clase media, obedecía a su capacidad de incorporar a los trabajadores de “cuello azul” en sus filas. La Línea Taylor con su principio de una tarea compleja dividida en una multitud de pequeñas tareas capaces de ser realizadas “por cualquiera”, hizo posible que un inmigrante de Mississippi recién llegado a Detroit con una educación de sexto grado, fuese colocado en la línea de ensamblaje de la Ford, con un salario de 15 a 18 dólares la hora. El problema se originaba cuando el trabajo en Detroit se “perdía” debido a las importaciones de automóviles japoneses, o bien, porque la planta se trasladaba a México. ¿Qué ocurría entonces con este obrero de 55 años y con una educación de sexto grado?. ¿Cómo se “reinventaba?”. ¿Cuales eran sus alternativas?. ¿La Economía de servicios de salarios bajos?.
En gran medida, la primera presidencia de Clinton se explica por estos temores, los temores propios de una sociedad que se sentía insegura de su futuro económico y amenazada por el comercio entre naciones. De allí la famosa expresión del equipo de campaña de Clinton para contrarrestar los éxitos geopolíticos del primer George Bush en Kuwait: Its the economy stupid.
“Objetivamente”, la Sociedad norteamericana durante los noventa tenía razones de peso para celebrar su futuro económico. A partir de 1992 hubo una explosión en la productividad de su fuerza laboral, y en 1993, con la publicación de la obra de P. Drucker sobre la Sociedad Post-Capitalista, surgió una explicación diferente a la hipótesis geopolítica del porque de la disminución de las manufacturas en su economía. Drucker lo entendía como el resultado normal de la evolución de la “vieja economía” a la “nueva economía”, en la cual se encontraban los servicios de alto valor agregado y las industrias del conocimiento. Más aún, para finales de esa década, un tercio del valor de sus exportaciones se originaba en las industrias de alta tecnología, tales como la de los semi-conductores, donde sus empresas habían recuperado el liderazgo perdido ante firmas japonesas durante los ochenta, tal como lo sustenta Niels Ketelhohn en su tesis doctoral de la Universidad de Harvard del 2002. Y ya el poderío de los EEUU era tan evidente, que Kissinger afirmó que la Pax Americana se preservaba sin más esfuerzo que el mero hecho de existir. Más tarde, Paul Kennedy, tendría que tomar agua de un pozo del cual dijo nunca bebería, cuando en el Financial Times del 2 de diciembre del 2002, se maravillaba ante el poderío militar de los EEUU, el cual no encontraba rival en imperios de otrora, y concluía que semejante poderío sólo le costaba a los EEUU entre el 3,0% y el 4,0% del PIB, un porcentaje manejable, sobre todo cuando se comparaba con los números de Reagan, los que llegaron a 8,0% del PIB en gastos de defensa. En otras palabras, no había trade-off entre cañones y mantequilla.
Sin embargo, a pesar de lo dicho y un crecimiento promedio anual entre 1996 y el 2000 del 4,1%, los sentimientos proteccionistas en la Sociedad norteamericana prevalecieron, y fueron tan fuertes, que después de una gran batalla política, Clinton apenas logró la aprobación de NAFTA en el Congreso. Posteriormente, el mecanismo que se conocía entonces como la “Vía Rápida”, por medio del cual el Legislativo le brinda al Ejecutivo la autorización para que lo que negocia en materia de comercio con otras naciones, bilateralmente o de manera multiláteral, sea aprobado o rechazado por el Congreso en su totalidad, sin espacio para las enmiendas, se le negó a Clinton en tres distintas ocasiones, frustrándole entre otras cosas, sus negociaciones comerciales con Chile y Singapur. Fue hasta en agosto del 2002, después de 8 años sin que el Presidente de los EEUU tuviese la autoridad de la “Vía Rápida”, que el Congreso finalmente le otorgó a Bush II con grandes reservas y por márgenes de votación muy estrechos, lo que hoy se conoce como Trade Promotion Authority {TPA}, con fecha de vencimiento el 1 de junio del 2005.
La suerte de Centroamérica en sus negociaciones con los EEUU, no es la más propicia, puesto que está culminando una negociación comercial con una Nación que lleva tres años de experimentar grandes dificultades económicas, y en la cual, tal como ocurrió en los ochenta, las manufacturas se están ubicando en el centro del debate. Para el 2000, solamente el 12,0% de la Fuerza Laboral norteamericana se ubicaba en manufacturas, y entre principios del 2001 y septiembre del 2003, los EEUU han perdido 2,8 millones de trabajos, la mayoría de ellos en manufacturas, tales como los de la industria de vestuarios y textiles. En 1980, esta ultima industria ocupaba a 1,200,000 operarios, y en el 2000, a 600,000. Entre enero del 2001 y julio del 2003, se han perdido en la misma industria, otros 300,000 empleos. Según los números del Departamento de Comercio de los EEUU, entre mayo del 2002 y mayo del 2003, las importaciones de tela y vestimenta chinas, pasaron de 390 millones a 667 millones de metros cuadros, mientras las de Vietnam saltaron de 20 a 79 millones de metros cuadrados. China ha reemplazado en los temores de los norteamericanos a Japón. El déficit comercial de EEUU con China proyectado para el 2003 es de 130,000 millones de USD, 30,0% por encima del déficit del 2002. Y de igual manera como le reclamaron a Japón en los ochenta, los norteamericanos hoy le reclaman a China, insistiendo que el Yuan está sub-valuado entre 15,0 y 40,0% vis a vis el Dólar de los EEUU.
En Carolina del Norte en 1990 en la industria de vestimenta y textiles había 280,000 trabajos, mientras en Carolina del Sur, el total se ubicaba en 200,000. En el 2001, en Carolina del Norte los empleos en esta industria habían disminuido a menos de 150,000 y en Carolina del Sur a 72,000. Por esto los republicanos que representan a estos distritos se han identificado con la causa proteccionista, y el 29 de octubre de este año, respaldaron a 139 de sus colegas en la Cámara de Representantes y a 26 senadores, quienes abiertamente le solicitaron al Presidente Bush que tomase medidas de salvaguarda en contra de las importaciones chinas, y que en las negociaciones con Centroamérica no permitiese ninguna flexibilidad en la “regla de origen”, puesto que los centroamericanos sustituiríamos los hilos y las telas norteamericanas con importaciones asiáticas.
Inevitablemente las hilanderas que hoy operan en las Carolinas {para no decir nada de la industria de la vestimenta}, terminaran reubicándose, tal como en su momento lo hicieron de New Hampshire en los estados del Sur de los EEUU. La pregunta es donde se van a mover: ¿A los países asiáticos o a Centroamérica?. Más aún, si bien es cierto estas reubicaciones significan “perdidas” de empleo en las Carolinas con un promedio en textiles de 24,000 a 26,000 USD por año, también es cierto, que al menos Carolina del Norte se esta “reinventando” exitosamente hacia otro tipo de actividades que se sitúan en lo que podemos llamar la “nueva economía”, tales como: Servicios financieros, tecnología de la información, bio-farmacia, equipo espacial, equipo médico, instrumentos de medición y equipos de comunicaciones.
Los ajustes sociales propios de la transición de un modo de producción a otro son complejos y dolorosos, pero es innegable, que los EEUU – entre las economías más libres del mundo –, tiene una gran capacidad para “reinventarse”, y le sobran los recursos para apoyar directamente a aquellos que quedan prensados en la transición. Sin embargo el Partido Demócrata, influenciado cada vez más por los sindicatos y por la filosofía de Gephart, se han empeñado en defender los intereses de los “perdedores”, es decir, los intereses de los mid-west farmers y de los obreros en las manufacturas, y la manera más fácil de hacerlo es congelando el status quo por medio de medidas proteccionistas.
Entre las razones por las cuales se añadió República Dominicana a las negociaciones de CAFTA, se destacaba la suma de votos demócratas en el Congreso de EEUU. La expectativa es que el Congresista Rangel de Nueva York, presionado por su clientela de votantes dominicanos, y con la influencia que ejerce entre los miembros del Black Caucus, logre modificar algunos de estos votos a favor de la aprobación de CAFTA {de 5 a 20 votos, dependiendo del estimado} y compensar con este bloque, la pérdida de votos republicanos del Sudeste de los EEUU.
Sí las negociaciones comerciales entre Centroamérica y los Estados Unidos se concluyen a mediados de diciembre tal como se espera {un logro extraordinario en sí mismo}, la atención pasará al calendario político de los EEUU. Entre enero y marzo del 2004, sobre la base del marco normativo ya negociado con Centroamérica, EEUU y República Dominicana negociarán sus respectivas listas de productos y los calendarios de desgravación. Es durante este periodo que el Presidente Bush también estará cumpliendo con su obligación de anunciarle al Congreso 90 días calendario antes de su intención de firmar CAFTA, lo que podrá hacer a príncipios de abril, con la expectativa que entre abril y el receso del 4 de julio, tenerlo ratificado por el Congreso. Es obvio que el 2004 es una año electoral en los EEUU y que los Demócratas, sobretodo si la Economía se empieza a recuperar visiblemente y la administración Bush tiene un plan creíble de salida para su presencia militar en Irak, uno de los pocos temas de campaña que le queden, es la “pérdida” de trabajos en manufacturas debido a “malos” acuerdos comerciales con otros países. Lo irónico es que la oposición en el Congreso prefiere concentrarse en Centroamérica que en los acuerdos que se están negociando con Marruecos {uno de los pocos aliados árabes de Israel}, la Union Aduanera de África del Sur {la presión del Black Caucus al interior del Partido Demócrata}, o bien, Australia {con su afinidad anglosajona} Los centroamericanos deben estar conscientes que el debate político en Washington DC no será fácil, y que por lo tanto tiene que haber unidad entre ellos cuando llegue el momento del cabildeo político en la Sociedad norteamericana. Esto significa que las Asambleas centroamericanas deben actuar con rapidez y de manera simultanea, para ejercer presión moral sobre los Congresistas norteamericanos, a los que hay que recordarles que estamos negociando un acuerdo donde la “regla de origen” en el tema textilero se acomoda a sus intereses, además de los avances extraordinarios, también a favor de sus intereses, que se logró en el paquete del ICE en Costa Rica, para no decir nada de las negociaciones delicadas en los asuntos agrícolas. Los centroamericanos han tomado mucho más riesgo que los norteamericanos en esta negociación. El futuro de Centroamérica está en juego, no sólo en lo comercial, sino que también en lo que es la consolidación de la democracia en la región. Ojalá que los temores de la Sociedad norteamericana no frustren un proyecto inteligente para la seguridad de los EEUU y la estabilidad de Centroamérica.