La Sociedad Política Costarricense y sus Desafíos

El marco europeo

A lo largo del siglo XVII, los ingleses empezaron a anunciar ideas liberales, las cuales alegaban en favor de una suerte de  sociedad natural, dentro de la cual los individuos interactuaban entre ellos con espontaneidad y con un mínimo de civilidad, sin que para esto se necesitase de una organización política con las potestades propias de un estado engrandecido.

En buena medida este era el alegato de  John Locke en su defensa de la esfera de los privados, y las bases de su contra argumento  al planteamiento de Thomas Hobbes, a favor de un estado dominante, dueño de una Soberanía que no conocía limites en la vida de sus súbditos, pero la cual sin embargo, garantizaba la paz y la defensa de los débiles. 

De esta discusión entre Locke y Hobbes, el primero surgió como el defensor de la libertad individual, y el segundo, como el defensor de la seguridad del colectivo.  Según Locke, para garantizar la libertad personal, también había que garantizar el derecho de los individuos a la propiedad privada; mientras que para Hobbes, la seguridad del colectivo pasaba por un estado hegemónico, con la discrecionalidad {aunque fuese lo menos deseable}, de intervenir en los bienes de los privados.

El intercambio entre Locke y Hobbes, evolucionó inevitablemente en la dirección de la igualdad de los individuos ante la ley.  Hobbes, el defensor del estado fuerte expresado en la figura del Soberano, consideraba a la autoridad de este como absoluta, por lo cual no podía haber discusión sobre la igualdad y la elaboración de ningún tipo de contrato social entre la autoridad y los receptores de esta. Locke por su parte,  abogaba por los limites de la autoridad pública, e insistía en la igualdad ciudadana, y en la elaboración de un ordenamiento jurídico sin privilegios para ciertos estamentos sociales, tales como los que les otorgaba el Soberano a la nobleza, o al clero.  Locke reclamaba para los individuos libertad e igualdad, y Hobbes, a cambio de la seguridad que  ofrecía el estado,  le pedía a los individuos que renunciasen a su libertad.

Locke y Hobbes son la antesala a la Era Moderna, la cual se inició en pleno con la búsqueda de un sistema político que ofreciese libertad e igualdad a los individuos, y por lo tanto, que se preocupase por encontrar aquello que es justo.  La Revolución francesa reivindicó la filosofía Liberal de la igualdad ciudadana ante la ley; igualdad que posteriormente Carlos Marx  consideraría como una formalidad, y por lo tanto, como insuficiente.

La solución que este último ofrecía a la promesa vacía del liberalismo, consistía en la confiscación jurídica de los medios de producción, concentrándolos en la esfera pública, como el primer paso con el cual se iniciaría la transición al socialismo, la que idealmente debía terminar en la socialización efectiva de los medios de producción, y, por lo tanto, en una igualdad perfecta.

Con la Revolución Bolchevique de  1917, surgió entre las democracias liberales europeas la iniciativa de promover reformas desde arriba, para precisamente evitar revoluciones desde abajo.  La corriente del Estado Democrático emergió como la alternativa militante a la opción marxista.   La Social-Democracia vía la ampliación del ámbito de acción del estado,  buscó la mejor manera de administrar  las desigualdades inherentes a las economías de mercado, o mejor dicho, a todo tipo de actividad económica  que no fuese administrada por ángeles. La ampliación del ámbito de acción estatal, necesariamente conllevó a una reforma fiscal, la cual  no solamente se preocupó por una recaudación mayor, sino que también por el tema de equidad en la recolección de los impuestos.  Con sus políticas distributivas, la Social-Democracia se acercó a la promesa liberal de la igualdad ciudadana, y contribuyó decisivamente al fortalecimiento de sociedades liberales con su afán por la libertad.

En la Alemania Federal de la posguerra se construyó una sociedad política sin extremos, con el partido Social-Demócrata ocupando de manera exclusiva el espacio de la izquierda, lo que significaba un discurso favorable a la ampliación del ámbito de acción del estado; mientras la Democracia Cristiana ocupó el espacio de la derecha, y por lo tanto, con un discurso más favorable a la esfera de los privados. Este modelo se consolidó en Francia cuando el Partido Socialista de Mitterand desplazó al viejo Partido Comunista Francés, y ocupó firmemente el espacio de la izquierda. Posteriormente lo mismo ocurriría en España, con el PSOE de Felipe González quien se adueño por completo del espacio de la izquierda española.  En Inglaterra el Partido Laborista resultó ser tan fuerte, que la izquierda marxista optó por penetrarlo  y moverlo de la izquierda a la extrema izquierda, hasta que Tony Blair lo rescató, y lo movió de la izquierda hacía el centro, pero sin perder su lugar como partido de izquierda. Italia tuvo una historia más compleja, puesto que el PCI se reinvento dentro del proyecto Social-Demócrata, y hoy es uno de los protagonistas de una izquierda italiana funcional a la sociedad liberal.

La experiencia costarricense y sus paralelos con Europa

Lo extraordinario de la sociedad política costarricense, inclusive antes de 1948, es la exclusión del Estado Revolucionario como opción real de poder.  Lo dicho, es todavía más extraordinario, cuando se resalta el deleite costarricense con su sentido de igualdad, y, por lo tanto,  la  preocupación de estos con aquello que es justo. En la idealización del espíritu de los costarricenses, pudiésemos alegar que a pesar de su fetiche con la igualdad, la opción marxista no prosperó, puesto que tuvo más peso el amor de los costarricenses por la libertad. Pero también cabe argumentar que previamente a la fundación de Liberación Nacional, el calderonismo se identificó con un ámbito de acción del estado considerable, en ese afán de la Social-Democracia europea de competir con el Estado Revolucionario como el profeta de la verdadera igualdad.  

A partir de 1948, Liberación fue la fuerza hegemónica del país, identificándose con la esfera pública y ocupando el espacio de la izquierda costarricense. El espacio que le correspondía a la derecha, lo llenaron fuerzas menores, hasta que se consolido una fuerza mayor con la conformación del Partido de Unidad Social Cristiana, en teoría más cercano a la esfera de los privados, aunque con una gran sensibilidad al tema de la igualdad, y por lo tanto, mucho más tolerante que el típico partido de filosofía Liberal,  de la presencia del estado en los asuntos económicos, y sobretodo en el rol de este como agente redistribuidor. 

En buena medida, la gobernanza democrática depende de un equilibrio entre expectativas ciudadanas y la capacidad del estado de responder satisfactoriamente a estas expectativas.   En el caso de Costa Rica, este equilibrio ha sido su gran desafío, ya que las expectativas de su ciudadanía con un alto sentido de igualdad y de justicia, han rebasado las posibilidades del estado, el cual, a pesar de su insuficiencia fiscal, continuó engrandeciendo su  esfera a lo largo de varias décadas.  A finales de los setenta y principio de los ochenta, Costa Rica enfrento una crisis propia de los welfare states  de la Social-Democracia europea,  es decir, ámbitos estatales demasiados grandes para ser sustentados por la iniciativa de los privados. Cierto que en el caso de Costa Rica se sumaron otros factores como fue el agotamiento de la agro-exportación tradicional como el motor exclusivo del crecimiento económico; pero también resultaba innegable la necesidad de readecuar la esfera pública a favor de la de los privados.

Es precisamente con la presidencia de Monge,  uno de los representantes más ejemplares de la vieja Social-Democracia, que Costa Rica inicia la difícil travesía de reducir el ámbito de acción del estado, y en la que participaron todos los presidentes de esos años, desde Oscar Arias, pasando por Calderón, hasta llegar a Figueres, y por supuesto, al liberal más puro de todos ellos, Miguel Ángel Rodríguez, quien paradójicamente fue el menos exitoso en encaminar a Costa Rica en la dirección de la esfera de los privados, con lo que fue el fiasco del ICE {energía eléctrica y telecomunicaciones}, y otras iniciativas benignas de liberalización económica.

Talvez el momento de Miguel Ángel no fue el más propicio para tocar las Joyas de la Corona, como metafóricamente llamó al ICE Alberto Trejos, puesto que resultaba evidente el cansancio de segmentos importantes de la sociedad costarricense, acostumbrados a una esfera pública importante, con lo que para entonces era una travesía de 16 años. Pero también resultaba evidente lo que el politólogo Fernando Sánchez describió — en sus ensayos publicados por La Nación –,  como una crisis de identidad programática en el seno de Liberación, la que se complicaba por lo que se percibía como una incongruencia entre el discurso a favor de los activos del estado, y la gestión pública de los oficiales del partido.

Los desafíos de la sociedad política costarricense y la figura de Oscar Arias

Ciertamente, Liberación, el partido ancla por el lado de la izquierda de la sociedad política costarricense, después de medio siglo de hegemonía, parecía estar agotándose. 

Lo notable de este agotamiento sin embargo, no era que se estuviese agotando el espacio para una izquierda Social-Demócrata en Costa Rica; si no que más bien, Liberación se había visto forzado por las circunstancias de la nueva economía, a desocupar ese espacio, el cual sin embargo demostró tener muchos pretendientes, como fue Ottón Solís y su Iniciativa Ciudadana, que obtuvo el 26,2% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2002, con el mismo índice de abstención del 30,0% de las elecciones presidenciales de 1998. Con esto no estoy negando otros factores que incidieron en el éxito electoral de Solís, como ha sido la  perdida de legitimidad de los partidos políticos en general, y el hecho de que su postulación tuvo la cobertura de la sociedad civil. Pero insisto, una sociedad como la costarricense, afanada con la igualdad {la que asocian con la esfera pública}, necesita de un partido que ocupe el espacio de la izquierda, pero que comparta la esencia del liberalismo como lo ha hecho Liberación por medio siglo.

De la misma manera que Europa le debe gran parte de su prosperidad de los últimos 50 años a la superestructura política que montó alrededor de los partidos anclas en una suerte de centro vital,  y  que excluyó la opción del Estado Revolucionario, lo mismo podemos decir del caso costarricense.  ¿Por lo tanto, cómo se revitaliza esa sociedad política costarricense que estuvo a la altura de la europea?

A pesar del talento y la integridad personal de Ottón Solís, éste también exhibe las características de un Robespierre costarricense, y puede terminar siendo victima de su propia Dictadura de la Virtud.  Inclusive esta por verse, sí Iniciativa Ciudadana será capaz de aglutinar a los estatistas irredentos al interior de Liberación, a los sindicatos del estado, y a los que independientemente del sistema, siempre se sentirán  marginados. Lo que quiere decir que Liberación tiene la oportunidad de recuperar el lugar central de la izquierda costarricense, aprovechando la figura estelar de Oscar Arias, cuyo reto no solamente será el de ser el candidato ganador en las elecciones venideras, sino que también de reinventar su partido en el mejor espíritu de Tony Blair y lo que en su momento se conoció como New Labour. La renovación de las ideas y  la conformación de una generación del cambio que incluya a intelectuales notables como Leonardo Gardnier y Saúl Wrisleder, así como políticos como Antonio Álvarez Desanti, son tareas centrales con las que tendrá que cumplir el Nóbel costarricense.

Por el lado de la derecha, Unidad Social Cristiana, continuara siendo una mezcla de viejas emociones, liberalismo económico y  doctrina Social Cristiana, con el Movimiento Libertario –mucho más coherente en su doctrina Liberal–, obligando a la dirigencia del PUSC a no olvidar su compromiso principal a favor de la esfera de los privados.

Costa Rica durante los últimos 20 años ha venido reinventándose económicamente, y lo ha hecho con tanto éxito, que es el único país centroamericano que no ha enviado a su gente al exilio económico como generadora de remesas.  Este reinvento económico sin embargo fue posible por la fortaleza de su sociedad política, la que facilitó en los momentos cruciales que el país adoptase medidas  difíciles en democracia. Hoy el desafío no es tanto económico {aunque todavía esta pendiente Cafta},  sino que más bien político, y la gran figura será Oscar Arias, con el peligro inevitable en todo personaje tan popular, de que caiga en la tentación del Rey Sol.