La situación política del Istmo centroamericano

Una breve explicación sobre el modo en que vamos a proceder en esta hora y media.

Iniciaremos con una presentación mía sobre cada uno de los seis países de Istmo, un briefing apretado que no pasará de 15-20 minutos.

Posteriormente, formularé dos preguntas a cada uno de nuestros cuatro panelistas, cuyas respuestas pueden tomar — entre los tres — 50 minutos.

Para finalizar con un intercambio entre los panelistas y los participantes en este encuentro.

Después del briefing, me limitaré a formular preguntas y a darle fluidez a los intercambios entre los panelistas y ustedes.

El segmento de preguntas lo iniciaré con el Presidente Oscar Arias, seguido por el Presidente Ricardo Maduro, para continuar con el Presidente Enrique Bolaños  y concluir con Roberto (Bobby) Murray en representación de los empresarios centroamericanos.

Comienzo con Nicaragua.

En 1977/78, el PIB p/h de Nicaragua equivalía a un 85.0% del de Costa Rica; hoy, ni siquiera llega al 20.0%. Semejante involución — en gran medida –, es el resultado de 22 años consecutivos durante los cuales el producto por habitante registró una tasa de crecimiento negativa.

Con un PIB p/h de menos de 2 mil USD corrientes, cabe la pregunta: ¿si la mayoría de los nicaragüenses son clientes o ciudadanos? Y si la mayoría son clientes, esto significa que en el continuo de la modernidad la mayoría de mis compatriotas están más cerca de la tradición que de la racionalidad, es decir, de gobiernos personales, que de gobiernos que descansan en instituciones, en el Estado de Derecho.

En la encuesta de Latino Barómetro realizada en 18 países de nuestra región a principios de este año, cuándo se les pregunto a los encuestados: ¿alguna vez en su vida a usado usted correo electrónico o se ha conectado a internet?, Nicaragua, con 70.0%, ocupó el segundo lugar más alto con respuestas de “no, nunca”. En cuanto a si tienen Facebook, Nicaragua ocupó el último puesto con el 25.0% respondiendo afirmativamente.

La “ventaja” de gobernar un país de clientes, es que las expectativas de sus miembros, sus exigencias, son en extremo modestas (no ejercen las mismas presiones sobre las cuentas fiscales del Estado como ocurre en países con mayor desarrollo socioeconómico), aunque tienen la peculiaridad de que son inmediatas, todo es en el presente. Para los miembros de la sociedad tradicional lo que cuenta son los favores que se pueden tocar, las laminas de zinc con sus respectivos clavos, la bolsa de frijoles, la silla de ruedas, la consulta con el oculista.

La astucia de Daniel Ortega consistió en reconocer lo dicho, acudiendo a los recursos facilitados por Venezuela en el marco de los acuerdos del Alba, administrándolos fuera del presupuesto, a su discreción, con el fin de enfrentar imprevistos y darles atención a sus clientes. Pero también hay que reconocer que el presupuesto formal lo ha manejado con la disciplina propia de un arreglo con el Fondo Monetario, reconciliando/complementando — como he dicho en otras ocasiones –, el chavismo con el FMI, apaciguando el mientras tanto sin perder el futuro, en una suerte de “populismo responsable” que explica los índices de aprobación  que goza entre la mayoría de mis compatriotas.

Nicaragua durante años recientes ha registrado tasas de crecimiento económica aceptables, sobre la base de la inversión privada en la que se destaca la extranjera, con números fiscales que reciben la aprobación del FMI y calificadora de riesgo como Moody’s. No hay duda de que esto es el resultado de los recursos venezolanos, pero también por el perfil propio de una sociedad tradicional, y lecciones aprendidas de la década revolucionaria.

Además, hay que añadirle el legado de la presidencia de don E. Bolaños, cuyo gobierno le dejo al país el Tratado de Libre Comercio entre EE. UU., RD y Centroamérica, y el primer superávit fiscal después de donaciones desde 1973, lo que es todavía más notable, si se toma en cuenta que durante el último año  del gobierno de Arnoldo Alemán, el déficit fiscal después de donaciones fue de 6.6% como proporción del PIB. En el 2007, el primer año de la segunda ronda del gobierno de Daniel Ortega (o sea, el último año de la gestión económica de Enrique Bolaños), Nicaragua creció en 5.3%.

De cara al futuro, los interrogantes sin embargo son numerosos:
La incertidumbre con los precios internacionales de los commodities;
La disminución de los fondos venezolanos;

¿Continuará fluyendo la inversión extranjera directa como ha sido el caso entre 2010-2014, en un promedio del 7.5% anual como proporción del PIB?; ¿Quedará Nicaragua fuera de la conexión de gas licuado entre México y los países del Triangulo Norte auspiciada con entusiasmo por la administración Obama?; ¿Se estará agotando nuestra fase fácil de crecimiento económico?

Para no decir nada, independientemente de su popularidad, del modo personal/autocrático del gobierno, el cual ni siquiera tiene muestras de cortesía con la legalidad y la legitimidad, bastándose con solamente ser efectivo.

La manera en que se administrará la liturgia electoral en las presidenciales del próximo año, en gran medida determinará las condiciones en las que se desarrollará el próximo quinquenio de Daniel Ortega Saavedra.

Costa Rica

En la misma encuesta de Latino Barómetro, cuando se les preguntó a los costarricenses sobre ¿si el país esta progresando?, solamente 16.0% afirmó que sí, lo que significó en comparación al 2013, una caída de 32.0%, la caída más grande entre los 18 países que comprendió la encuesta. Y cuando se les preguntó ¿para quién se gobierna?, solamente el 19,0% respondió “para el bien de todo el pueblo”, y ante la pregunta ¿cuán justa es la distribución de la riqueza?, apenas el 18.0% afirmó “muy justa”, “justa”, el mismo % de Honduras. Chile fue el país donde se registró el % más bajo entre los 18 países con respuestas de “muy justa”, “justa”, en cuanto a la distribución de la riqueza con el 5.0% de los encuestados.

D. Easton — entre los grandes científicos sociales — caracterizó la política como la distribución de “aquello” que es escaso entre los organizados, acotando que la “escasez” no es absoluta, sino más bien relativa, dependiendo de las expectativas de los miembros de las diferentes sociedades.

En Costa Rica, es cada vez más difícil repartir lo “escaso” ya que cuenta con ciudadanos con un profundo sentido de “igualdad”, cuyas expectativas de consumo corresponden a un PIB p/h de 10,558 USD (2013), y con capacidad para agregarse en una multitud de grupos de presión, resultando en una altísima densidad de organizaciones, a las que hay que agregarle la comunidad de Facebook/Redes Sociales, con un 54.0% de los costarricenses afirmando su afinidad con la misma.

La historia de los últimos 30 años en Costa Rica, en esencia, es la transformación de un modelo económico en la que el Estado paso de ejercer primacía en las Alturas Dominantes, a una economía en la que si bien es cierto el Estado continúa ocupando espacios importantes en la producción y distribución de bienes y servicios, no es menos cierto, que la iniciativa de los privados es ahora la dominante.

Esta transformación a favor de una economía más liberal se dio en un contexto democrático ejemplar, y a pesar de los resultados exitosos de la misma, su costo fue significativo, ya que en el proceso sus grandes partidos políticos (Liberación/PUSC) perdieron gran parte de su legitimidad social, de tal manera que hoy, la sociedad política costarricense se ve devaluada, dispersa y con señales de polarización, sin voluntad/capacidad para decirle no a los reclamos de los mejores organizados.

Esta incapacidad del sistema político costarricense de tomar decisiones difíciles y perdurar a pesar de ellas, se expresa en la insuficiencia tributaria de su gestión pública, con los salarios del gobierno central ubicándose en el 2015 en 7.5% del producto, más de la mitad de lo que se espera recaudar en impuestos durante el transcurso de este año (13.5%/PIB). Y las transferencias, sea dicho de paso, también incluyen salarios.

Costa Rica lleva 7 años de registrar déficits fiscales en crescendo, lo que complica la deuda pública, de tal manera que el Fondo Monetario en su Informe del Articulo IV publicado en febrero del 2015, advertía: “Si el gobierno continúa requiriendo montos significativos para financiar sus gastos, lo dicho tendrá un impacto en las tasas de interés domesticas, con repercusiones adversas para la inversión privada y el crecimiento económico”.

Guatemala

La democracia representativa en Guatemala se ha caracterizado por tener una sociedad política fragmentada e inestable, cuyos partidos no pasan de ser vehículos electorales o instrumentos transaccionales. Los partidos con representación significativa en el legislativo son 6, con 8 partidos que al menos tienen un diputado. Para no decir nada del transfuguismo de los miembros del Congreso. En el 2012, a manera de ejemplo, Patriota tenía 56 representantes y Líder 14; en el 2014, Patriota bajó a 46 y Líder subió a 50 legisladores.

En semejante Congreso aprobar un proyecto de ley es un ejercicio complejo, en el cual participan exclusivamente los mejores organizados. La reforma fiscal del 2012, la cual estaba supuesta a incrementar la carga tributaria de Guatemala en 1 ½ % del PIB para el 2013/2014, apenas llegó a ¼ % del producto, lo que según el Informe del Artículo IV del FMI publicado en septiembre del 2014, reflejaba la capacidad de los mejores organizados de defender sus intereses particulares, además de lo que el Informe caracterizó como una administración tributaria “plagada de problemas de ejecución y gobernanza”.

Supongo que se referían sutilmente a lo que hoy conocemos como “La Línea”.

La administración irregular de los tributos en Guatemala es todavía más difícil de aceptar cuando se toma en cuenta que su carga tributaria (10.5%/PIB), según el informe del FMI es insuficiente para obtener un “crecimiento incluyente”, siendo el informe crítico con la tendencia de las autoridades guatemaltecas de garantizar los balances fiscales por medio de la restricción del gasto.

Si regresamos a la caracterización de lo que es política de D. Easton, en el caso de Guatemala su carga tributaria y los gastos que sustentan lo “escaso”, tal vez resulta suficiente, ya que su distribución se da principalmente entre los organizados en los centros urbanos.

Guatemala con una economía de 60 mil millones de USD, es realmente dos países:
el urbano con 49.5% de la población, cuya sociedad está en el Siglo XXI; 
y el rural, con 51.5% de la población, con sus pobladores dispersos en las cañadas del Altiplano, y más cerca de esa Centroamérica de mediados del siglo pasado.

La indignación de los guatemaltecos provocada por la corrupción grosera de sus gobernantes, llevándolos a protestar en las calles de su capital hasta que finalmente la Vicepresidenta y el Presidente fueron removidos de sus cargos y encarcelados, merece nuestra admiración. Pero debemos estar claros que no basta con funcionarios probos para una gestión pública que enfrente los desafíos de ese otro país más cerca de mediados del siglo pasado.

La publicación tan respetada del Economist, vio en las protestas ciudadanas en Honduras y Guatemala el potencial de una primavera centroamericana, pero al menos en Guatemala, en años recientes se han dado momentos que parecían anunciar mejores tiempos. Y si bien es cierto, en Washington y entre los del establishment guatemalteco se respira cierta tranquilidad por el hecho de que se evitó lo que parecía inevitable, y Baldizón no resulto electo presidente, no se puede excluir su regreso en el 2019. 

Honduras

Los tomadores de decisiones en Estados Unidos en estos últimos dos años han revivido su interés por el Triángulo Norte, y están dispuestos a asignarle recursos a estos tres países en montos respetables, aunque todavía muy por debajo de los flujos de la década de los ochenta. La nueva preocupación de los estadounidenses no es tanto la promoción/consolidación de la democracia liberal en la región, sino más bien, temas de estabilidad, seguridad ciudadana, narcotráfico, de evitar la pesadilla de estados fallidos en su tercera frontera. Es por lo dicho que los tomadores de decisiones en los Estados Unidos, si bien es cierto reconocen las críticas que algunos hacen de la presidencia de Juan Orlando Hernández, resaltando sus tendencias autoritarias, de pretender perpetuarse en la presidencia, de formar un cuerpo policial pretoriano, de convertirse en un poder dominante,  también reconocen su efectividad a la hora de gobernar, y no han insistido — independientemente de las proclamas públicas de T. Shannon — en la imposición en Honduras de una comisión internacional contra la impunidad siguiendo el ejemplo de la ONU y el gobierno de Guatemala.

El Salvador

La democracia representativa se ha devaluado en muchos de los países de América Latina, en gran medida porque las expectativas ciudadanas del Siglo XXI tienden a rebasar la capacidad tributaria de los estados, y los grandes perdedores han sido los partidos políticos, precisamente los encargados de la mediación. En El Salvador, la polarización en el seno de su sociedad política ha sido por años su Talón de Aquiles, pero al menos por lo que uno observa desde afuera, el FMLN se ha transformado en la práctica en una formación con mayor afinidad con la socialdemocracia clásica, que con los preceptos del marxismo de otrora. Y cuando sus principales líderes cumplen con el ritual de afirmar su compromiso con mantener el camino hacia el socialismo, cada vez que lo hacen, hacen más largo el camino.

Si es así, entonces tenemos partidos políticos con fronteras compartidas, los cuales, en lo fundamental, coinciden en el ámbito de acción del Estado. Desde el punto de vista de la democracia representativa, ARENA y el FMLN, comparten intereses como sociedad política,  y si la mediación no es percibida por los salvadoreños como efectiva y justa, los dos pierden, y eventualmente, hasta la propia democracia.

Panamá

Concluyó con Panamá porque al menos en el plano teórico es el más fácil de gobernar. Aún en el 2009 su economía creció en 3.9%, registrando tasas de crecimiento que en ocasiones se han acercado al 11.0%, con niveles de inversión que en años recientes rondaron 30.0% del PIB, lo que en el 2013 llevo al FMI anticipar una tasa de crecimiento para el 2017 de 6.2%, con niveles de inversión del 25.5% como proporción del PIB, independientemente de que, para entonces, las obras de la expansión del canal sólo representarían 0.3% de la inversión pública. No es de extrañarse que, durante los últimos 6 años, incluyendo las contribuciones del Seguro Social, los ingresos fiscales de Panamá superen 25.0% del PIB, y su stock de deuda cuando finalizo el mandato del Martinelli — generoso en extremo con los fondos públicos –, como proporción del PIB, quedó en su nivel más bajo desde 1994, 39.5%/43.8%.

D. Easton diría que la distribución de lo “escaso” entre los organizados sobre la base de estos indicadores no debería ser engorrosa, lo que me llevo a pensar, al menos en el caso de Panamá, que un gobernante puede distribuir para lo inmediato, con una lógica clientelar y electoral, sin comprometer el futuro del país. Esto último sin embargo no deja de acarrear peligros, ya que un gobernante con este perfil se puede perpetuar como el poder dominante.

Si Martinelli hubiese sido más modesto en sus ambiciones, pretendiendo hegemonía y no ser un absoluto, probablemente estaría ocupando hoy el lugar del dominante en la política panameña.

Un último comentario sobre Panamá a propósito de la presidencia de Juan Carlos Varela. La autoridad del gobernante se desprende de tres fuentes: la legalidad, la legitimidad, y la efectividad. Las primeras dos fuentes, al menos por hoy le sobran a la presidencia de Varela, pero si no es mínimamente efectivo, puede terminar sin legitimidad, como un gigantesco lame duck, y los panameños reclamando el regreso del gobernante efectivo.

Preguntas para Oscar Arias sobre Costa Rica

  1. Costa Rica en ocasiones me da la impresión de estar pasando de ser una democracia consolidada – la de mayor data en América Latina sin interrupciones – a una suerte de pluralismo débil, en la que nadie puede tomar decisiones, mucho menos las difíciles.

Por un lado, una sociedad civil organizada con pretensiones de compartir las decisiones con la sociedad política, la que por su lado se siente disminuida y fragmentada tal como se aprecia en la distribución parlamentaria.

A lo que hay que sumarle una narrativa social que según las encuestas pareciese ser la hegemónica en el ámbito de las ideas, de que CR es cada vez “más pobre y desigual”.

¿Exagero presidente Arias? ¿Y si no estoy exagerando? ¿Qué hacer? ¿Contempla usted un regreso a la presidencia?

  1. ¿Qué quiere el Frente Amplio? ¿Cómo ve al Otton Solís de hoy?

Preguntas para Ricardo Maduro sobre Honduras

Entre los primeros países durante la tercera ola que regreso después de gobiernos militares a la democracia representativa fue precisamente Honduras, con partidos políticos fuertes, dentro del sistema, los que su vez gozaban de una gran legitimidad social, todo lo cual, en el marco de una democracia representativa es fundamental. ¿Qué ocurrió de que los partidos se hayan debilitado tan aceleradamente?  ¿Y que surgiese el mesiánico, Mel Zelaya, cuya pretensión tuvo momentos de sustento social?

¿Cuan justificada es la evaluación que algunos hacen del Presidente Hernández de que se quiere convertir en un poder dominante?

Preguntas para Enrique Bolaños sobre Nicaragua

Don Enrique, creo que su presidencia fue un verdadero esfuerzo por llevarnos a la Nicaragua que queremos, pero le pregunto, ¿no le falto en ocasiones gobernar a Nicaragua tal como es, reconociendo que combatir a dos caudillos simultáneamente era una lucha casi imposible, sobre todo tomando en cuenta que los miembros del gobierno de los Estados Unidos a pesar de la admiración que le tenían, no le otorgaron suficientes fondos para que la repartición de lo “escaso” no estuviese limitada a un presupuesto de 1,200 millones de USD?.

¿Cuál es el gran desafío de Nicaragua de cara al futuro?

Pregunta para Bobby Murray sobre El Salvador

La negación de la victoria electoral de la Democracia Cristiana con la candidatura presidencial de Napoleón Duarte en 1972: ¿fue o no determinante en la radicalización de los sectores moderados de oposición? Si se le hubiese permitido ascender a Napoleón Duarte a la presidencia: ¿habríamos evitado el conflicto mayúsculo de los años ochenta?